lunes, 21 de junio de 2010

Primera Semana

Cuando apenas tenía seis años el pequeño Mario Quisbert y fue a la clase de primero de primeria y acababa de terminar su primera semana en el colegio. «Estoy perdiendo el tiempo». Le dijo a su madre. «No sé leer, no sé escribir… ¡y encima no me dejan hablar!»

sábado, 19 de junio de 2010

Infinito

Era un día precioso, por lo que los alumnos del profesor Layo Brandon, entraron a la clase de muy mala gana y más aun sabiendo que sería de Filosofía. El profesor advirtiendo el desgano de sus alumnos, preguntó si alguien sabía el significado de la palabra infinito. Como nadie contestaba, empezó a trazar una línea, con tiza; cruzó la pizarra, subió por la pared izquierda del aula y salió por la puerta. Al transcurrir un cuarto de hora sin que volviera, los alumnos empezaron a marcharse.
Dos días después, a la hora de la clase de Filosofía, entro el profesor Brandon, tiza en mano, y continuó dibujando la línea, desde la parte superior de la pared derecha del aula, y la unió a la que había dejado trazada previamente. «Ésta», comentó, «es mi definición de infinito».

viernes, 18 de junio de 2010

Creados

Ahora – dijo el profesor Brandon a su clase – voy a decirles cómo fueron creados el primer hombre y la primera mujer.
Ya sabemos eso – dijo su alumno Mario Quisbert −. Lo que desearíamos saber es cómo fue creado el tercer ser humano.

jueves, 17 de junio de 2010

En Cuadernos

El creador del querido profesor Layo Brandon con fama en la red, no usa el ordenador, sino que antes escribe sus historias y aventuras a mano en cuadernos escolares.
Cierto día, una niña le oyó pedir un cuaderno en la papelería de la esquina.
¿Es para usted? – le preguntó la pequeña, sorprendida.
– respondió el eminente cuadragenario.
Ella le miró de arriba abajo y luego, con una sonrisa comprensiva, le tiró de la manga y le hizo saber por señas que quería decirle algo confidencial. El se agachó y la niña le dijo al oído:
¡Ánimo, usted lo conseguirá! No es tan difícil aprender a escribir.

lunes, 14 de junio de 2010

Botones

Cierta vez que el profesor Layo Brandon se encontraba en Washington para estudiar historia, logró convencer a uno de los ayudantes del presidente norteamericano para que le enseñara la histórica Habitación Oval de la Casa Blanca, donde se toman tantas decisiones gubernamentales. El presidente y su familia se hallaban fuera. Por lo que pidió que se le permitiera sentarse en el sillón del Presidente durante unos instantes. Concedido su ruego, se hundió en aquel asiento de cuero con las manos en sus amplios brazos, y miró la mesa que tenía ante él. Comprobó que debajo de la tapa de ésta había un panel de cuatro botones de distintos colores: rojo, azul, verde y blanco. ¡Ah!, pensó. ¡La tremenda responsabilidad del poder! Se preguntó cuál de ellos establecería contacto con el Pentágono, con el Kremlin, con la China o incluso cuál accionaría el mecanismo capaz de desencadenar una guerra nuclear que arrasara nuestra civilización. Pueden ustedes imaginarse el drama, la tensión que pondría en su relato académico estudiantil, ya de retorno a su centro de enseñanza. Pero, coincidentemente, la semana en que contaría la experiencia de su viaje y aquella increíble visita, una revista internacional publicó un artículo suelto. En el mismo se informaba que se habían instalado cuatro botones de colores en la mesa del presidente norteamericano en la Habitación Oval: uno, de color blanco, para pedir leche; otro, rojo, para el café; un tercero, azul, para los refrescos; y el último, verde, para que trajeran un vaso de agua.

jueves, 10 de junio de 2010

Las Cartas Del Pájaro

Cierto día de visita en su tierra natal, el bueno del profesor Layo Brandon − «el pájaro» −, educador y hombre de ciencia, encontró un globo cerca de la casa de sus padres en Guaqui, un pueblo boliviano al sudeste del lago más alto del mundo llamado Titicaca, a 80 kilómetros de La Paz, la capital. Prendida al aeróstato halló una tarjeta que decía que éste había sido lanzado por la clase de ciencias del sexto curso de enseñanza primaria en Chucuito, pueblo peruano al oeste del mismo lago, a 20 kilómetros de Puno. El globo se habría desplazado en vuelo una distancia aproximada de 170 kilómetros, empujado por vientos de la Cordillera Occidental. En la nota se pedía a quien lo encontrase que escribiera a los alumnos diciendo dónde había aterrizado.
El profesor Brandon, que se disponía a salir en un viaje de cuatro meses alrededor del mundo, envió a los niños una carta en la que decía simplemente: «Soy un pájaro. Me llamo Aguja Colipinta». Se autodenomino así con el nombre común de la Limosa Lapponica, en honor a esta especie de ave que hace el vuelo más largo sin paradas que se conozca.
Durante los cuatro meses siguientes, los niños recibieron por semana cartas que les enviaba el pájaro. Llegaron de lugares como Filadelfia, una ciudad del estado de Pensilvania y gran centro industrial a orillas del Dalaware en los Estados Unidos; de Bergen, con su impresionante comercio de pescado y maderas en Noruega; de Valencia, la tercera más grande ciudad de España, situada frente al Mediterráneo; de Ciudad del Cabo, una de las ciudades más pobladas de Sudáfrica, bella y bañada por las aguas entremezcladas del océano Atlántico e Índico; de Pekín, la capital de China con sus millones de habitantes, dividida en cuatro partes distintas con la ciudad prohibida en su centro; y entre otros también como de Melbourne, anterior capital de Australia y actualmente su puerto más importante.
Los asombrados muchachos seguían los viajes de la Aguja Colipinta en el mapamundi de la clase. En sus cartas, el pájaro describía las costumbres, la alimentación y las características más sobresalientes de cada sitio en los países recorridos.
En cada sobre enviaba también un trozo de la tarjeta que los niños habían unido al globo. Conforme llegaban aquellos, los alumnos iban formando de nuevo la tarjeta. Cuando recibieron la última pieza del rompecabezas desde Guaqui – Lago Titicaca, La paz – Bolivia, los chicos supieron dónde había comenzado y finalizado el viaje del pájaro. Escribieron una carta a las autoridades de ese pueblo boliviano, y descubrieron la identidad de la Aguja Colipinta, la verdadera.
En cualquier caso, los niños pasaron cuatros meses llenos de interés y entusiasmo. Su conocimiento del mundo se amplió y su curiosidad hizo que el proceso de aprender se convirtiera en algo muy divertido.
¿Cómo se le ocurrió la idea al profesor Brandon?
Los vientos del destino llevaron el globo hasta él y, como bueno e inteligente que es, no pudo resistir la tentación de dar a aquellos niños algo más de lo que esperaban. Además, al compartir con los chicos, su viaje adquirió una incomparable belleza y un gran interés.

miércoles, 2 de junio de 2010

Una Letra

Cuando el pequeño Mario Quisbert cursaba el 1º de primaria y, de acuerdo con el programa oficial para la enseñanza de la escritura, la maestra dedicó un día al aprendizaje de la primera letra: la vocal “a”. Al otro día quiso ver cuánto habían aprendido los niños antes de continuar con el estudio de la siguiente vocal.
Abran sus cuadernos – ordenó – y llenen una página con la letra que aprendimos ayer.
Cuando aún no había terminado de dar las instrucciones, Mario le preguntó:
¿Es que no sabes otra letra, profesora?