Cuando un par de atracadores asaltaron al bueno de don Layo, él se defendió valerosamente. Al cabo de una paliza tremenda por ambas partes. Los ladrones lograron dominar a su víctima. Le revisaron los bolcillos, pero sólo le encontraron dos pesos. Los dos atracadores miraron con cara de asombro a la víctima, y uno de ellos dijo:
− ¿Cómo te has defendido tanto por sólo dos pesos?
El bueno de don Layo los miro a su vez:
− ¿Qué pasa? ¿Eso es todo lo que querían? Se los hubiera dado sin tanto jaleo. Yo pensaba que andaban tras mi billete de cien dólares que guardo en el zapato.
lunes, 30 de agosto de 2010
domingo, 29 de agosto de 2010
Redacción
El profesor Brandon pide a la clase que escriba una redacción corta que trate de los siguientes temas: religión, nobleza, sexo y misterio. Al momento, Mario Quisbert levanta la mano y dice que ya ha terminado. Extrañado de la rapidez, el profesor le pide que la lea, y el alumno lo hace:
−“¡Ay, Dios mío! – exclamo la princesa −. Estoy embarazada, ¡y no sé de quién!”.
−“¡Ay, Dios mío! – exclamo la princesa −. Estoy embarazada, ¡y no sé de quién!”.
domingo, 22 de agosto de 2010
Sin Vanidad
martes, 17 de agosto de 2010
Caída
En el huerto del padre del bueno de don Layo que era aún más bueno, había varios manzanos cuyos frutos estaban a punto de caerse. De pronto, una manzana cayó al suelo y sus compañeras, que seguían colgando de las ramas, empezaron a reírse de ella. Indignado, el abuelo les dijo:
− ¡Cállense, inmaduras!
− ¡Cállense, inmaduras!
sábado, 14 de agosto de 2010
En El Cine
viernes, 13 de agosto de 2010
Cuestión De Práctica
Al tratar de explicar que era un milagro, el bueno de don Layo le dijo a su hija:
−Imagínate que caes desde un tercer piso y no te pasa nada, ¿qué sería eso?
−Eso sería tener buena suerte, papá.
−Ahora imagínate que vuelves a caer y que tampoco te haces daño, ¿sigue siendo buena suerte?
−Eso sería tener verdaderamente buena suerte, papá.
− Pero, ¿y si caes una tercera vez y nada te sucede?
−Eso sería ‘cuestión de práctica’, papá.
−Imagínate que caes desde un tercer piso y no te pasa nada, ¿qué sería eso?
−Eso sería tener buena suerte, papá.
−Ahora imagínate que vuelves a caer y que tampoco te haces daño, ¿sigue siendo buena suerte?
−Eso sería tener verdaderamente buena suerte, papá.
− Pero, ¿y si caes una tercera vez y nada te sucede?
−Eso sería ‘cuestión de práctica’, papá.
lunes, 9 de agosto de 2010
El Paraguas
− ¿Por casualidad me dejé el paraguas en su casa? – me preguntó un día el padre del bueno de don Layo que era aún más bueno que había venido a visitarme hacía ya algún tiempo.
−Sí, se lo dejó aquí – le respondí.
Después de darme las gracias efusivamente, agregó:
− Al menos usted es honrado. He preguntado a cantidad de gente si me había dejado el paraguas en su casa, y todos han respondido que no.
−Sí, se lo dejó aquí – le respondí.
Después de darme las gracias efusivamente, agregó:
− Al menos usted es honrado. He preguntado a cantidad de gente si me había dejado el paraguas en su casa, y todos han respondido que no.
Aprobado
En la Fuerza Aérea, parte del procedimiento de selección de hombres consistía en plantear al candidato una situación hipotética que no admitía respuesta correcta alguna. Después, éste debía discurrir la solución que proponía con el grupo de seleccionadores, quienes intentaban hacerle cambiar de opinión y observaban sus reacciones. Durante una de las entrevistas se pidió al cadete Brandon, que imaginara que iba conduciendo un automóvil deportivo de dos plazas, un día muy frio. Y que al pasar por una parada de autobús reconocía a una anciana que vive en el departamento contiguo al suyo y padece artritis, también a un cirujano que en cierta ocasión le salvó la vida y a una bella joven por la que había estado interesado desde hace tiempo. ¿A quién llevaría?
Sin titubear, el cadete Brandon respondió que habría entregado las llaves del coche al médico, para pedirle que llevara a la anciana a casa. Y él, por su parte, se habría quedado a esperar el autobús, siguiendo los dictados de su corazón.
Sin titubear, el cadete Brandon respondió que habría entregado las llaves del coche al médico, para pedirle que llevara a la anciana a casa. Y él, por su parte, se habría quedado a esperar el autobús, siguiendo los dictados de su corazón.
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