− ¿Por casualidad me dejé el paraguas en su casa? – me preguntó un día el padre del bueno de don Layo que era aún más bueno que había venido a visitarme hacía ya algún tiempo.
−Sí, se lo dejó aquí – le respondí.
Después de darme las gracias efusivamente, agregó:
− Al menos usted es honrado. He preguntado a cantidad de gente si me había dejado el paraguas en su casa, y todos han respondido que no.
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