Durante un recorrido por su huerto, el bueno de don Layo descubre a un chiquillo subido en un manzano.
− Espera y verás, pillo – le dice, además de identificarlo como al travieso de Quisbert, su alumno −. Pienso hablar con tú padre.El pequeño alza la mirada y dice:
− Papá, aquí abajo hay un señor que quiere hablarte.
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