domingo, 25 de octubre de 2009

Toto en un Pub

El bueno de don Layo entró en un pub llevando consigo a su Shar Pei llamado Toto, un perro muy arrugado y también muy listo. Ya en la barra con su compañero, don layo pidió una copa para cada uno.
¡Pero no puede usted entrar aquí con un pero! – dijo a gritos el barman.
Un momento − le contestó don Layo −. Este perro es amigo mío y lo quiero casi como a un hijo. Además, sabe tocar cualquier instrumento musical.
El barman apostó dos copas a que el perro sería incapaz de hacer tal cosa.
Don Layo aceptó la apuesta, y el de la barra trajo un violín que puso frente al animal. Con gran sorpresa de todos los presentes, el arrugado perro tomó el violín y lo toco con mucho sentimiento. «Nos debe usted dos copas», dijo el bueno de don Layo.
A continuación, el barman pidió que les trajeran un trombón y, sin tardar, Toto comenzó a ejecutar una pieza de jazz. «Nos debe usted otras dos copas», advirtió orgulloso don Layo.
El barman empezaba a estar cansado de tantas copas gratis. Entonces se acordó de que guardaba en la bodega una vieja concertina, un acordeón de forma hexagonal dejado hace mucho por un músico argentino. Fue en busca del instrumento y lo plantó en la barra. Inmediatamente, Toto se levantó, agarró la concertina y se puso a besarla y a estrecharla entre sus patas.
¿Lo ve? – dijo el barman −. Ya sabía yo que este bicho no podría tocar esto.
No se precipite – le atajó don Layo −. ¡En cuanto mi amigo se dé cuenta de que no puede casarse con ella empezará a tocarla! Y quizás nos regale hasta un tango.

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