domingo, 7 de febrero de 2010

Efectividad

El padre del bueno de don Layo que era aún más bueno, un buen día después del almuerzo se quejo de indigestión. Su nuera la señora Yola, que siempre estaba preparada para tales casos, le ofreció unas pastillas.
«Me niego a tomar esa medicina», protestó el abuelo, al ver la caja. «Todas las noches aparece tres o cuatro veces en la televisión una señora quejándose de indigestión, y luego se toma esas pastillas. ¡Y por lo visto no le han sido de ningún provecho!»

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