lunes, 5 de julio de 2010

Quisbert y el profesor Brandon (I)

No comprendo para qué sirven los maestros en las escuelas, pues he podido observar que los maestros, en vez de enseñarnos lo que son las cosas se pasan el día preguntándonoslas.
Vamos a ver, señor Quisbert – dice el profesor Layo Brandon − ¿Qué es meseta?
Señor Quisbert –otra vez sin dar tregua − ¿podría usted decirme lo que es una raíz cuadrada?
Yo pienso, que, para ese viaje, no se necesitan alforjas, aunque también creo que no se necesitan alforjas para ningún viaje, ni he visto, hasta ahora, a nadie que viaje con alforjas. Si digo esto de las alforjas es porque lo dice mi abuelita que dice muchas cosas de éstas.
Lo que yo quiero decir, en realidad, es que no hay razón para que los niños vayamos al colegio a enseñar al profesor lo que es una meseta y lo que es una raíz cuadrada. Y, por si todo esto fuera poco, encima le tenemos que pagar a fin de mes.
Ayer, cansado de tanta pregunta impertinente, tuvimos el siguiente diálogo:
Vamos a ver, señor Quisbert; ¿quiere usted decirme lo que es Geometría? – preguntó el profesor.
No, señor – respondí yo.
¿Y en cuantas partes se divide «no, señor»?
−En las que a usted no le importa.
− ¿Podría usted ponerme un ejemplo?
−Podría ponerle un ejemplo, pero no me da la gana de ponérselo.
− ¿Está usted seguro?
−Sí, señor.
− ¿Querría usted decirme cuántas clases de «sí, señor» hay?
−Dos. A saber; sí, señor, y no, señor.
−Muchas gracias. Queda usted aprobado.
Verdaderamente no hay derecho a hacer tanta pregunta, pues, según he oído decir, “el que quiera saber, que vaya a Roma”, aunque, a mi modo de entender, el que va a Roma lo único que acaba por saber es cómo es Roma.
Así es que he pensado que como el maestro siga preguntándome tantas cosas, voy a dejar de ir al colegio y me voy a colocar en una oficina de información, que es donde nadie pregunta nada.

No hay comentarios: