lunes, 5 de julio de 2010

Quisbert y el profesor Brandon (III)

Dábamos nuestra clase de Gramática. El profesor Layo Brandon dirigiéndose a nosotros dijo:
−Si queremos nombrar personas, animales o cosas, nos valemos de unas palabras que se llaman nombres o sustantivos, como Vicente, canario, rosal. Pero si queremos decir lo que son, o lo que hacen o como están estos seres, entonces necesitamos de otra clase de palabras llamadas verbos. Veamos unos ejemplos: Vicente es zapatero. El canario canta. El rosal crece. Las palabras «es» y «crece» son los verbos.
Dicho esto don Layo me preguntó:
−Vamos a ver, señor Quisbert, ¿ha entendido bien esto?
−No, señor – respondí −, ni lo he entendido, ni me importa un comino todo lo que ha dicho.
− ¿Cómo que no le importa? – gritó iracundo don Layo −. ¿Para quién hablo, entonces?
Digo que no me importa – aclaré −, por la sencilla razón de que el que Vicente sea zapatero o carpintero, a mí ni me va ni me viene. Allá él con sus problemas. Además cuando yo sea mayor, lo más probable es que Vicente se haya cansado de ser zapatero o se haya ido a vivir a otro bendito pueblo. Por otra parte, no conozco a ese Vicente ni de vista. Tampoco me interesa lo más mínimo que el canario cante o deje de cantar, pues no pienso tener canarios en mi vida, y si los tengo prefiero que no canten para que no me den la lata. Y respecto a lo de que crezca el rosal, allá él, pues no voy a perder mi tiempo viendo cómo crece un rosal que, al fin y al cabo, no es nada mío.
¿Y los verbos? – gritó don Layo −. ¿Tampoco le interesan los verbos?
¿Los verbos?... ¿Qué quiere usted que haga con los verbos? Mi madre dice que ahora lo único que tiene importancia es la comida, y no querrá usted que me coma los verbos.
Don Layo montó en cólera y exclamó:
¡Eres un estúpido y un ignorante y, si no aprendes los verbos, nunca sabrás que en el verbo hay tres personas!
− ¿Y qué importancia puede tener una cosa en la que sólo hay tres personas? Si el verbo fuera más interesante estaría lleno de gente… ¿Quiénes son esas tres personas?
−Esas tres personas son; yo, tú y él.
− ¿Yo?...
−Sí, tú eres la segunda persona.
−Claro, y usted la primera. ¡Siempre tan egoísta!
Don Layo se puso rojo como un pimiento rojo y, cogiendo la regla, me dio cuarenta palmetazos y me arrancó una de mis patillas.

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