martes, 24 de noviembre de 2009

Horarios Diferentes

Todas las noches, después de que sus padres se durmieran, Mario Quisbert el travieso iba de puntillas a la sala de estar y llamaba por teléfono al azar a distintas personas, hasta que se aburría y se quedaba dormido.
Una noche, su madre se sentó en el sofá, a esperar la llegada del bribón, al que había desenmascarado.
¿Sabes? – le dijo, cuando Mario apareció a las tres y cuarto de la madrugada −. No se debe telefonear a la gente por la noche. A estas horas, todo el mundo está durmiendo, y no está bien despertar a nadie con una llamada.
− ¡Bueno, no te preocupes, mamá! – dijo el pequeño −. Si marcas muchos números seguidos, te contesta gente de muchos lugares donde ya ha amanecido.

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