En una tienda de lencería, el bueno de don Layo quería comprar un camisón para regalárselo a su esposa, decía a la vendedora que la tela debía ser suave. Aquella le enseñó un bonito modelo con cuello de encaje. Don Layo tocó la tela y, señalando el encaje, preguntó:
− ¿Está segura de que esto no raspa?− ¡Claro que no raspa! – contestó la vendedora −. Además, el encaje va por fuera.
− Lo sé – agregó don Layo −, pero ahí es donde estaré yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario