Me llamo igual que mi padre: Layo, Layo Brandon. Una tarde, sonó el teléfono y alguien pidió hablar con don Layo.
− ¿El mayor, o el menor? – preguntó mi madre.
El que llamaba dijo que quería hablar conmigo. Cuando colgué después de hablar, dije a mi madre:
− ¿No podrías referirte a mí con algo distinto a “el menor”?
La siguiente vez que solicitaron hablar con don Layo, mi madre preguntó:
− ¿El joven, o el viejo?
Mi padre protestó después:
− ¿Cómo que “el viejo”? ¡Ni que fuera yo Matusalén!
En ese momento sonó el teléfono otra vez:
− ¿Está en casa don Layo? – preguntaron.
Mi madre pensó rápido y dijo:
−Le contestaré si puede usted describirlo, por favor señor.
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